23 de marzo de 2006
Los tontos por Carlos Cebrián

Alguien me dijo una vez que a los tontos hay que recordarles cada día que lo son, porque cuando un tonto no lo recuerda o deja de ser consciente de que lo es, se convierte en un tonto peligroso. Y ciertamente los tontos tienen una facilidad innata para olvidar que lo son, es más, tienen una gran habilidad para ignorarlo. El tonto nunca deja de serlo, créanme.

Ahora a los tontos les ha dado por gobernar, opositar, por transitar por los vericuetos de la política, por escribir columnas de opinión, por opinar en los altavoces mediáticos, por deambular por el famoseo.. etc.

Los tontos nos cercan, pero, permitiéndome una licencia partidaria y políticamente incorrecta, hay dos clases de tontos que me irritan sobremanera: he de decir que conozco muchos más tontos de derechas y muchos más tontos del Barça que de izquierdas o del Madrid, pero, claro, esta es una opinión interesada para ponerme a salvo con mis doctrinas políticas y deportivas, las pasiones, los fanatismos; permítanme la maldad tan subjetiva. Pero el tonto por definición , el más peligroso, es el mojigato, el moralista... Ese se lleva la palma en el listado de mis odios.

Por desgracia, a veces, uno descubre en personas a las que quiere o admira, quería o admiraba, síntomas de tontuna de gran calibre, opiniones aderezadas de tontería y partidismo que los convierten en el tonto por antonomasia.

Leo, ahora mismo, la columna de un tonto superlativo, nos habla, el tonto de marras, de las pajillas mentales que se hace en relación al matrimonio o la idea de pareja o familia que defiende, excluyendo claro está de su defensa aquellas modalidades de lo mismo que le son, desde su prisma mojigato, inmorales, antinaturales y nada cristianas. Esas posturas que ponen en peligro la institución sagrada de la Familia, su idea de Familia, excluyendo de su defensa a todo su diferente.

Otros tontos se dedican a impartir su magisterio de la tontería, desde el olvido y por tanto del peligro, desde sus poltronas político-sociales, a crispar, a dividir y a confundir a la opinión pública o la misma ciudadanía. A estos tontos no les recordamos con suficiencia que lo son y los pobres se nos han convertido en los verdaderos tontos peligrosos que nos acechan.

Por desgracia, en muchas ocasiones, uno descubre en sí mismo esos mismos síntomas que desprecia en los tontos y descubre, también, el olvido constante de su condición, sabiéndose entonces peligroso para los demás y para sí.

Es cierto, a los tontos nos ha dado por hacernos notar desde tribunas públicas y nos ha dado por olvidarnos, descaradamente, de nuestra propia condición de tontos. Yo me la recuerdo cada mañana, delante del espejo, para no olvidarme el resto del día.

Así es, amigos lectores, miren a su alrededor o en su interior, es seguro que encuentran algún tonto rondándoles, hagan el favor de recordarles que lo son, sin rubor.

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