25 de febrero de 2005
En pro de la pareja por Carlos Cebrián

(Aclaración inicial: empiezo la redacción de este artículo como consecuencia clara del titulado CONTRA LA PAREJA, y en respuesta a diversas opiniones y/o críticas que éste ha provocado. Opiniones y molestias: mi pareja se ha sentido aguijoneada por el mismo y se ha alineado con mis enemigos más feroces).

Siempre he creído que el poeta, el escritor, debe ser un gran mentiroso, un creador de realidades ficcionadas, es decir, realidades tamizadas por la invención, por la manipulación de diferentes recursos literarios, véase: ironías, hipérboles, metáforas, etc.
A ese juego me entrego cada vez que escribo. Un juego que conlleva , en cuestiones literarias, hacer el elogio y la refutación de un mismo tema.

Claramente acepto este tono de disculpa, justificativo, que expele este artículo, algo que supone una alta traición a mi concepto de literatura, a la honradez creativa del escritor, pero, amigos, en cuestión de prioridades antes se sitúa mi felicidad familiar, y claro, me gustaría recuperar el afecto de mi pareja, cuanto antes, el calor de su cuerpo a mi lado, en la cama, su mirada tierna al despertar abrazados, la fruición de sus pies con los míos. Sus besos desinteresados y sus reproches diarios, esos que demuestran su amor. El reclamo de que compartamos más tiempo, más aficiones o actividades, las cesiones que procura el afecto. El reclamo de un sexo más activo y prolongado, sensual y un punto perverso.

La vida en pareja tiene siempre un pro y una contra, como todo en la vida. Te alivia la soledad o te la exagera. Deberíamos tener claro que la 1ª causa de divorcio es el matrimonio, sin discusión. Pero, amigos, la vida es contradictoria y el amor aún más. Cuando te emparejas, que no te apareas, en ocasiones echas de menos un poquito de libertad, vivir sin concesiones al otro. En cambio cuando vives solo, echas de menos la compañía, la conversación, la pasión , el sexo, el amor. Porque tu amor siempre está dispuesto a ser entregado de manera desinteresada. El ser humano no quiere perder su libertad, pero al tiempo la teme, y la convierte en soledad, en un afecto abstruso por estar y sentirse solo, y claro cuando las lágrima aprietan... Cuando el deseo aprieta... Y el onanismo se hace insoportable...

En fin, amor mío, lo siento. Te quiero mucho. Vuelve, vuelve, por favor.

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