14 de enero de 2005
El mirón por Carlos Cebrián

Amo a cuantas mujeres miro, si me gustan; también podría haber dicho que amo a todas las mujeres que veo, si las miro. En definitiva es algo parecido.

Me gusta desplazarme por la ciudad a pie, recorrer, pasear cada callejuela, cada avenida, cada plaza de esta ciudad luminosa y mirar. Todos los trayectos, por mínimos que sean, se convierten en un espectáculo sublime. Soy un mirón; miro, observo, comparo, y en la comparación encuentro un placer próximo a la felicidad. Amo a cuantas mujeres miro, sí, es cierto, y verifico el tamaño de sus pechos, la redondez de sus caderas, la leve insinuación de sus entrepiernas sobre sus ajustados pantalones, o a través de sus ligeras y volubles faldas; la ampulosa geometría rectilínea de sus piernas, el encuentro y el desencuentro de sus muslos, el acicate tembloroso de sus nalgas, el magnífico diseño se sus nucas y sus espaldas, todo, todas ellas. Disfruto amando su anonimato, su cuerpo anónimo, desconocido, distante. Me gusta comparar unas a otras, sus medidas, sus miradas, sus lejanías. Imagino sus vidas insulsas sin mí; comprendo sus frustraciones y sus quejosas relaciones sexuales sin mí. Esculpo sus gestos satisfechos, sus movimientos caudalosos y rítmicos, sus distintas formas de amar conmigo.

Confieso que tanto trasiego es agotador, amar a toda una ciudad es demasiado. Amar a todas las mujeres que miro, claro, entre otras cosas como el cansancio, los vituperios en medio de la calle; también me procura el disgusto de estamparme de bruces, con demasiada frecuencia, contra las farolas, los árboles, las señales de tráfico y algunos acompañantes masculinos, fuertes, celosos y posesivos, que surcan nuestras aceras.

Carlos Cebrían es miembro de la A.C. Ediciones Frutos del Tiempo de Elche y ha publicado recientemente el poemario Celebración del milagro editado por la Editorial Celya en la colección Generación del vértice. Para más información: www.editorialcelya.com

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