2 de febrero de 2005
Celebración del milagro por Carlos Cebrián

A riesgo de parecerles en exceso pretencioso, y solicitando sus disculpas por hacerles esta práctica de auto-bombo, queridos, desconocidos, invisibles lectores, quiero informarles que acabo de publicar un nuevo libro de poemas. Dicho esto, decirles también que no es esto lo que me induce a escribir el presente artículo, no es lo importante. No es un intento de publicidad gratuita, aunque de paso me sirva para ello, no, lo que quiero comentarles es la sensación empírica que produce la recepción del anunciado, la ansiedad en la espera de su arribada. Yo no soy padre, por tanto lo más parecido que he podido experimentar al nacimiento de un hijo es esto, la publicación de un libro propio, el hecho inminente de su salida a la venta, de la llegada a tus manos y reconocerlo, acariciar su encuadernación, sus tapas, su tacto, su olor, re-visitar tus propias palabras, tus versos ya lejanos. Nunca he igualado, como hacen algunos escritores, un libro a un hijo, no creo en ello, mis libros no son mis hijos, cada libro es o soy yo mismo. Ahí quedo yo, enmarañado en los versos.

Un libro ya publicado se convierte en un ajeno. Sus palabras, sus versos, parecen dichos por alguien ajeno a uno mismo, por un extraño. Se aleja del autor, empieza su recorrido desprendido de su creador, independiente e insumiso. Cuando lo lees ya no es una relectura, pese a sabértelo de memoria, porque lo que lees aparece pervertido por una óptica desconocida, una significación totalmente extraña. El libro se consolida por sí mismo y empiezas a no reconocerte en él. Entonces te sientes, a veces, orgulloso y, en ocasiones, defraudado, decepcionado ante aquello que dijiste en su día, que hoy dirías de otra manera. Descubres, misteriosamente, las faltas gramaticales, las inexactitudes, los errores en las acepciones de los adjetivos, que no descubriste, corregiste o imaginaste cuando se entregaron las últimas galeradas a la imprenta. Y en ese momento crítico, te invade la vergüenza, el sonrojo; te reprochas el improbable despiste, el desconocimiento, la ignorancia, ahora que ya no tiene remedio, todo a modo de espejismo porque, casi siempre, esas supuestas faltas son apariciones del miedo, creaciones de tu propio terror al desnudo, al exhibicionismo que supone la publicación de un libro. Tu fuero interno al descubierto. Ahora has pasado de ser un voyeur cuando lo escribiste, a ser la víctima, el observado, sujeto a las atentas miradas de los desconocidos lectores.

Y ahora, también, aparece la incertidumbre, el pánico a no llegar a nadie, a que no compren tu libro, a que no te entiendan, a las críticas, a que pase desapercibido, al orgullo herido. Un ejercicio de majestuosa contradicción, créanme, es editar y publicar un libro. Un hecho milagroso.

Carlos Cebrían es miembro de la A.C. Ediciones Frutos del Tiempo de Elche y ha publicado recientemente el poemario Celebración del milagro editado por la Editorial Celya en la colección Generación del vértice. Para más información: www.editorialcelya.com

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