21 de febrero de 2006
Entre el humo y el polvo por Pere Vicente Agulló

a Carlos Cebrián y Andrés Castaño que con sus recientes artículos sobre este tema me han inspirado.

Por el humo se sabe donde está el que fuma, eso es evidente, en cuanto a la práctica del deporte del sexo ya no está tan claro su uso (o abuso) a la hora de hacer estadísticas. El polvo es más discreto que el humo y no deja tantos rastros (con la excepción del embarazo) ya que normalmente se practica en sitios cerrados y los cuernos son invisibles.

Las dos “efes “ en las actividades de fumar y follar tienen sus homónimas en las de felicidad y fastidio, feliz se siente quien practica las dos efes y fastidiado quien no lo hace.

Pero, entremos de lleno en el debate actual del tabaco. Muchos ilusos aplaudíamos con entusiasmo pensando que venía una ley radicalísima que prohibiría fumar absolutamente en todos los espacios cerrados...incluido en el bar, en el domicilio y hasta en el ataúd. Pero, como en las propuestas sexuales, está habiendo un sutil tira y afloja y la ministra de santidad - perdón, de sanidad- claudicará haciendo (como si no hubieran condones) ” la marcha atrás”.

En el terreno erótico se dice que en la cama existe la persona activa y la pasiva, también los fumadores activos nos suelen tocar las narices impúdicamente a los pasivos. En ambos casos no habría que ser tan egoísta y sí tener la delicadeza de preguntar a la parte pasiva qué siente, si es que siente algo.

En esta península nuestra (no diré ESPAÑA para no provocar a los/as nacionalistas/os, no está el horno para bollos) , la postura del “misionero” ha sido la más usada en la alcoba. En el tema del humo, el misionero suele ser el ex fumador arrepentido que intenta salvar al hereje de su propia hoguera sermoneándole inútilmente.

El caso es que este tema tan serio del tabaco no tiene solución pero aún así, me arriesgo a hacer alguna propuesta para inspirar al desesperanzado legislador. Propongo que sólo se permita el cigarrillo “ de después ...” (el humo pos polvo), de esta manera las parejas irían limitando el vicio paulatinamente. Pasarían de varios pitillos en la misma noche (en el principio fogoso) hasta llegar a uno por semana, mas adelante sólo uno de uvas a peras y finalmente hablarían: “-Escucha, tenemos que dejarlo. ¿-Lo nuestro?

-No, me refiero al tabaco”. Claro que también en esto del cigarrillo de después entraría la picaresca y algunos, los más fantasmas, romperían las estadísticas (aunque no fumaran) yendo a comprar tabaco en cantidad para fardar y presumir ante los demás.

Otra propuesta sería para la jerarquía eclesiástica. Aunque el Papa fue elegido entre la enorme Fumata de colores de los obispos fumadores pienso que sería conveniente que decretaran el que fumar fuera pecado (igual que el fornicio).Y cabría entonces que, entre las escasas y semi asfixiadas neuronas de los fumadores activos, se hicieran trascendentes preguntas. ¿Subirán al Cielo, como el humo que se eleva, los fumadores? ¿Permite San Pedro fumar en el Cielo o estará prohibido para toda la eternidad? ¿Y en el infierno, pondrán el cartelito de “aquí se permite...”?

Creo que, aunque venimos del polvo y en polvo nos convertiremos tarde o temprano, siempre será mejor (de momento) fumar la pipa de la paz con el fumador y acostarse con el enemigo para vencerlo (con- vencerlo). Hagamos la paz…y el amor.

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