8 de diciembre de 2004
Un espanyolito en Bélgica Cap. 4: Carta de un erasmus en bici por Jaume Quiles

Gent, 29 de septiembre de 2004

¡Hola familia! Ya estoy en Gante (Bélgica). Esto es maravilloso, lo primero que vimos al bajar del tren fue un enorme parking de bicis repleto bicicletas. Resulta que aquí la gente va en bici a todos lados. Pues después de dos días andando por las calles empedradas y cogiendo el tranvía, al fin he alquilado para todo el año la bici que me va a llevar por toda la ciudad. Estoy encantado con mi bici. Es genial. Me encanta la sensación de fresco cuando el viento me da en la cara y en las manos por las mañanas. Y pedalear y pedalear hasta llegar a mi destino. Que me adelanten los coches y esperar como ellos en los semáforos a que se ponga en verde. Pero lo que más me gusta es cuando vamos todos juntos, parecemos “Verano Azul” y es cuando me acuerdo de la canción de la serie (y de Chanquete) y silbo al ritmo que pedaleo y voy tan feliz por las calles de Gante. Y por la noche, cuando salgo de fiesta, me gusta volver a casa en bici, un poquito cansado pero seguro de que la bici me va a dejar sano y salvo en mi camita. Cuando llego dejo mi bici en los grandes aparcamientos y al día siguiente vuelvo a por mi bicicleta, que sigue ahí, intacta y me paseo un día más. Nos hemos hecho tan amigos mi bici y yo. Cuando vuelva a España, sin duda, cogeré la bici y dejaré de utilizar tanto el coche. Un beso familia. ¡Uy que frío!

Gent, 2 de noviembre de 2004

¡Hola! ¡¡Ya estoy hasta los cojones de la bici!! ¡¡Quiero mi coche ya!! Menudo engorro todo el día en bici, tengo el culo abierto de pasar tanto tiempo sentado y de clavarme el sillín cuando voy por las malditas calles empedradas intentando evitar no meter la rueda en los raíles del tranvía para no caer de boca al suelo y todo esto mientras me sigue un tranvía que no para de tocar la campana para que me aparte y no ser arrollado, joder apártate tú que voy de “Verano Azul” ¡¡coño!! Eso otra, porque narices tiene que haber tanta gente en bici cuando yo voy en bici, que se forman unos atascos de la hostia entre coches y bicis. Y encima los coches que no respetan y pasan dando golpes con el retrovisor en el manillar, como el otro día que se calló el primero y todos detrás, la que se lió en un momento. Encima le ponen timbre a las bicis y ¡ale! todo el mundo a tocar el dichoso timbre. Y como para tocar el timbre estoy yo con el frío que tengo en las manos que no me las siento y la cara acartonada. Pero esto no es lo peor, lo peor es cuando voy todo borracho por la noche camino de casa. ¿No se suponía que la bici me llevaba? Pobre incrédulo de mí. ¡Una mierda! a la bici la tengo que llevar yo. ¡Joder! Y encima haciendo eses y como no controlo acabo metiendo la rueda en el puto rail del tranvía y cayendo de morros y aún algún graciosillo se parte la caja torácica en mi cara, mientras me levanto como puedo y tiro del muerto de la bici para que el tranvía no la aplaste y que así los del alquiler me devuelvan los 50 euros del deposito. Con un dolor tremendo en todo el cuerpo, pero sobretodo en la cabeza, consigo dejar la bici en el parking y echarme a la cama. Al día siguiente con una resaca de la hostia, me dirijo a por la bici ¿y donde coño dejé la puta bici? me paso todas las mañanas bici por bici buscando la mía. Y cuando no la encuentro me voy en tranvía, claro.


Foto: Jorge Fernández

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