17 de noviembre de 2005
Cine entre recuerdos por Pere Vicente Agulló

Las tardes de cine en mi pueblo (Elche) forman parte de los recuerdos de una aterciopelada época de juventud ya casi mitificada para mí. Ha pasado el tiempo por y a través de nuestros cuerpos pero ellos ... : romanos y pistoleros cabalgando, elegantes y discretos asesinos o castos amantes de un solo beso en el F I N ; todos ellos siguen teniendo la misma edad y lozanía que cuando yo los descubrí en mis años cándidos.

No pasará el tiempo para el recuerdo animado de aquellos galanes con gabardina y sombrero, fumando elegantemente en la mágica pantalla a los que quise imitar. Retazos de sueños vividos en blanco y negro paralelos a mis intentos de ligue en la real vida (con la chica de verdad). Imágenes con su esplendor en la yerba que mi mente proyecta todavía en tecnicolor y sesión contínua. Consecuencias de mis supuestos 18 años, edad ansiada para todo adolescente de entonces a los que el ansiado erotismo vedado nos cerraba las puertas tras pedirnos el carné. Epoca, aquella, generosa en prohibiciones donde en las salas de cine soñar despiertos e impunes era posible. Salones que convertían en oscuridad la soleada tarde veraniega adelantando la noche e introduciéndonos en un universo salado (con olor a pipas) y, detrás, la linterna; delatora de urgentes intimidades y siempre presta a evitar nuestros primeros pasos a tientas en el tacto del amor.

Recuerdos mezclados del arte séptimo y su magia proyectándose como rayos cósmicos sobre nuestras cabezas a oscuras y sobre nuestras vidas ávidas de aventuras, hipnotizadas con el cine , fascinadas. Agradecidas.

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