26 de abril de 2006
Chernóbil, 20 años por Pere Vicente Agulló

Se cumplen ahora 20 años de la catástrofe de Chernóbil.

El más grave accidente de una central nuclear (explosión del reactor) ocurrió aunque los pro nucleares siempre decían que era inverosímil que pasara ya que ,decían, sólo había una posibilidad matemática entre millones de que sucediera. Esta explosión que afectó a nueve millones de personas lanzó a la atmósfera una carga 90 veces superior a la bomba de Hiroshima. Lamentablemente, muy lamentablemente, en el año 86 se nos dio la razón a los ecologistas-alarmistas que antes del desastre advertíamos del peligro de esta energía.

El balance de estos veinte años después de que la humanidad ha asistido por los medios de comunicación al desastre es de miles de muertos (10.000 murieron en los primeros días), infinidad de enfermos graves, abortos, niños con malformaciones, miles de desplazados de sus tierras (más de 2.000 localidades abandonadas), alimentos contaminados , etc. Algo que debería habernos hecho aprender de tan dura lección.

El muy mal llamado ”uso pacífico de la energía nuclear” , y digo ”mal llamado” porque, aparte del uso del plutonio sobrante para fabricar bonbas atómicas, la actividad de producir energía contaminando continuamente con residuos y haciendo peligrar la vida de los ecosistemas es estar EN GUERRA CONTÍNUA CON EL PLANETA, nada de pacífico, guerra en la que los humanos seremos seguros perdedores.

En la actualidad y aprovechando que Chernóbil queda lejos en el tiempo, algunos políticos y científicos abogan por abrir de nuevo el debate sobre la conveniencia de potenciar las nucleares para que nos podamos salvar del calentamiento global del planeta. Pues entremos el debate. Creo que la nuclear es un sistema de energía nada eficiente (se desperdicia el 70 % de la que se produce), centralizado, ruinoso económicamente (ninguna empresa privada, ni aseguradora, se atrevería con ese muerto y se lo adjudicarían a “papá estado”) , muy contaminante y en el terreno de la seguridad ya ni hablemos (además habría que añadir la vulnerabilidad de estas instalaciones en caso de atentados terroristas). En resumen, pienso que intentar salvarnos del problema del efecto invernadero sembrando Europa de centrales nucleares sería tan absurdo y suicida como curar el dolor de cabeza decapitando al enfermo.

Recordemos que a poca distancia de nosotros tenemos todavía funcionando la central de Cofrentes con todas las deficiencias, chapuzas e incidentes conocidos mas los que desde la opacidad informativa se nos ocultan. El peligro de Cofrentes sigue ahí 20 años más tarde, por más que nos despreocupemos.

El drama sigue todavía hoy: el 20% de la tierra de Bielorrusia está contaminada. A 50 km. de Chernóbil (en la ciudad de Slavutich) es donde se refugiaron la mayoría de los trabajadores afectados por esta tragedia que, según los últimos informes, está detrás de 4.000 casos de cáncer de tiroides infantiles. Los casos de defectos congénitos se han multiplicado por 250 y el índice de suicidios se ha multiplicado por mil.

Todo el horror y la angustia de tanta gente, aunque ya no sea noticia de primera plana, nos debería hacer reflexionar y llegar a la conclusión que no es esta peligrosa energía la que nos puede salvar del desastre climático sino un cambio radical en nuestro modelo económico y el sabio uso de las energías renovables y la eficiencia energética. Debemos cambiar se aspiramos a sobrevivir.

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