14 de enero de 2005
Autodeterminación por Carlos Cebrián

Soy nacido en la parte francesa de “Euskalherria”, nombre que le dan a todos los territorios históricos y pretendidos de Euskadi, o País Vasco, o las Vascongadas, o como quieran llamarlo. Soy criado en Torrent, una ciudad industrial de Valencia, en la Comunidad Valenciana o País Valenciano, o Regne de Valencia o como quieran llamarlo. Y soy criado en Elche, Alicante, Valencia, Comunidad Valenciana, o País Valenciano... etc. En ambos casos territorios pertenecientes hoy a España, nuestra nacionalidad legal. De padre castellano y manchego y madre valenciana. Y si nos adentramos en mi árbol genealógico creo que tengo raíces eslavas (una pizca de raza gitana) por un lado y árabes por el otro.

No crean que esta retahíla íntima se trata de un acto pretendidamente exhibicionista, para nada, comprendo que estas características de mi origen a los lectores se las trae al pairo, pero a mí me sirve para entenderme, para explicarme el problema del nacionalismo, sustantivo utilizado cuando se tiene una óptica simplista del asunto, autodeterminación si esa óptica fuera esencial. Sí, tratamos del derecho de los pueblos a su autodeterminación, derecho contemplado y expresado, reconocido en la Constitución Española, de todos los españoles, claramente. Derecho que, por otra parte no soslaya la idea de España como País , de unidad, de nación de naciones, y que tampoco arroga las pretendidas y erróneas peculiaridades históricas tan pervertidas por macabros intereses.

Es cada pueblo el que debe elegir su nacionalidad, en su conjunto, democráticamente, por sufragio universal, respetando los derechos de las mayorías y de las minorías, respetando las leyes y el derecho a la libertad, colectiva e individual. Respetando el derecho a la vida y a la discrepancia. Con dialogo. Sin pistolas, sin chantajes, sin intereses cruzados. Con civilización, sensibilidad e inteligencia. En resumen con utopía. Porque utópico es aquello a lo que se aspira, con lo que se sueña, aquello que parece irrealizable, pero que en verdad no lo es, que es ingenuo o incluso pueril. Pero ya sabemos que la política no es señora de actos utópicos, su ley es el pragmatismo y la demagogia, armas que los políticos manejan con maestría.

Que hable el pueblo, en conjunto, y respetemos sus aspiraciones y decidamos a partir de ellas, libremente expresadas, libremente acatadas. Que hable el individuo en conjunto formando un pueblo, a él le compete decidir.

Carlos Cebrían es miembro de la A.C. Ediciones Frutos del Tiempo de Elche (www.frutosdeltiempo.com) y ha publicado recientemente el poemario Celebración del milagro editado por la Editorial Celya en la colección Generación del vértice. Para más información: www.editorialcelya.com

MALABARRACA now:

COLECTIVO MALABARRACA 2010