Aquél era un día de esos de manifestación y “tangana”. La mal llamada “crisis del calzado” pasaba por sus episodios más tensos, esos en los que ardían fábricas y se cargaba contra los violentos. Gaspar preparó su cámara.

- Todo buen cineasta social debe empezar por la realidad que le rodea- solía decir.

A las ocho de la tarde, hora prevista para el comienzo del acto, el polígono empezaba a llenarse. En las esquinas, los policías estaban atentos, y por si acaso, preparados. Gaspar llegó al lugar, encendió su trasto y empezó a registrar la marcha. No llevaba ni cinco minutos, cuando de pronto, un agente avistó al joven:

- Acompáñeme por favor- profirió el guardia, apartándolo del pelotón de afectados- Identifíquese.
- No sé… Me llamo Gaspar… Soy estudiante de Humanidades y he venido a grabar la manifestación.

El policía se quedó callado. Pensativo, sin saber qué decir pero queriendo opinar. Gaspar se colocó a su lado para observar el paso de la muchedumbre. Durante unos segundos los dos vieron juntos las protestas de trabajadores y parados. No era la primera vez que ocurría, ni sería la última. Aun así, la movilización de tanta gente le daba a la injusticia cierto matiz de esperanza.

- ¿Puedo irme?- dijo Gaspar.
- Sí… Pero ve con cuidado.