24 de septiembre de 2004
Crónica de una clase de spinning por Camarada de sueños

En fin, desde que me dejó Clara me dedico a hacer pocas cosas -y eso que antes siempre le reprochaba que no me dejaba hacer nada- no me dejaba ir al gimnasio, ni apuntarme a un equipo de fútbol, no me dejaba ir a tomar cervezas con los amigos, no me dejaba mear de pie porque le ensuciaba la tapa del water... Esa tarde después de morir jugando al fútbol -con la play, nada de esfuerzo físico que vaya más allá de manejar el mando- y de masturbarme pensando en lo buena que está la novia de mi mejor amigo, me sorprendí a mi mismo preparando la mochila para ir al gimnasio. -Sí- pensé, -hoy toca ver tías buenas sudando encima de la bicicleta-. Como os decía dentro de las pocas cosas que hago podría incluir además de comer como un cerdo, jugar a la play e imaginarme situaciones siempre pornográficas con todas las tías que me cruzo por el camino, de modo que aquella tarde acudí a aquel mundo de ropas ajustadas y pieles sudorosas para explayarme con mi imaginación calenturienta y dejarme llevar por los sensuales movimientos de esos culitos apretados.

Nada más llegar al gimnasio las cosas empezaron a torcerse, para acceder a él debía pasar una tarjeta magnética, pues bien empecé pronto a hacer el payaso poniendo la tarjeta del derecho y del revés sin que la maldita puerta se abriese, finalmente un pijo metrosexual de esos que abundan en los gimnasios y que ya estaba desesperado detrás de mi, se ofreció amablemente a mostrarme como debía pasar la tarjeta y de propina me regaló una sonrisa de oreja a oreja y una palmadita en la espalda. Pensé que todo acabaría ahí.

Ya en la sala de bicicletas, me dediqué a buscar una en un sitio estratégico, ya sabéis ni muy cerca del profesor ni muy lejos de la zona que el público femenino suele ocupar, y cuando ya la tenía -a la bicicleta, digo- empezó el espectáculo de intentar ajustarla a mis perfectas medidas, pues nada no hubo manera, no tenia ni puta idea de cómo ajustar ese maldito sillín que mucho me temía que me iba a dejar lisiado para una semana, y claro, cuando después de estar unos 5 minutos dándole vueltas a la bici y suscitando en la rubia que tenía al lado un sentimiento piadoso, cuando esa hermosa rubia de grandes,…de grandes, de grandes,…¡¡¡mierda!!! Apareció de nuevo el capullito metrosexual dejando su toalla y su botellita esa con liquido azul -muy a tono con sus mallas- en la bici de al lado, y con sonrisa de satisfacción empezó a explicarme en voz muy alta -para que toda la sala se enterara de que era la primera vez que montaba en bici- como era la forma más adecuada en la que debía posicionar mi sillín. Y de repente, empezó la música, el profe ya estaba pedaleando y los asiduos a las clases de spining comentaban entre ellos como les había ido el fin de semana, empecé yo también a pedalear, no sabía que lo que realmente empezaba era una larga hora de sufrimiento, una agonía, un sentimiento de derrota continua al no poder seguir el ritmo de la clase.

-¡joder!- con lo fácil que hubiese sido ir a alquilar una porno o quedar con Antonio y su novia -la que está tan buena- un rato. Pero no, yo estaba ahí pedaleando, muerto de sed, porque yo no llevaba ni ese maldito mejunje azul ni tan siquiera agua, - me iba a morir de un momento a otro- socorrooooooooooooo!- y la música taladraba mis oídos, ese maldito Indurain era un auténtico bakala, escuchar esa música y sudar tanto no podía ser muy bueno para la salud de nadie y menos para la mía. Chim-pun, chim-pun, chim-pun…una hora entera en la nueva KKO deportiva.

Por fin en la ducha.-¡Ja!- ni siquiera la ducha estuvo bien, olvide la toalla y las chanclas -que desastre-.

De vuelta a casa, triste, cansado, con agujetas en las piernas, con dolor de culo y pensando que tal vez hubiese sido mejor entrar a aeróbic, me encontré con Clara -mi exnovia-.Por lo visto regresaba del trabajo, ella también parecía triste y cansada. Me sonrió fugazmente y pasó de largo. Jamás volví al gimnasio.

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