29 de marzo de 2005
A todos aquellos que no se creen especiales por Rogelio Pujol Rodríguez

Sus manos ahogaron el llanto tapándole la boca. Lorenzo bajó las escaleras corriendo, intrigado por los sollozos. Al asomarse a la sala de estar vio en un rincón a Clara y Julia. La primera estaba sentada sobre sus rodillas y la otra la abrazaba por detrás. Rápidamente Lorenzo comprendió lo que pasaba, pero aún así preguntó:

- ¿Qué ha ocurrido?
- Shhh! - emitió Julia.
- No puedes seguir así - Dijo Lorenzo dirigiéndose a Clara - ¿Qué ha pasado esta vez?

Ninguna de las dos contestó. El silencio pareció envolver el espacio y el tiempo. Clara levantó la cabeza para mirar a Lorenzo y dijo:

- ¿Sabes lo que pasa cuando llevas mucho tiempo sin dormir? Que ves sombras en las paredes donde antes no había nada, escuchas fuertes golpes sin cesar muy cerca de ti, te quieres mirar al espejo y no puedes, pues ves reflejada la persona que ya no eres. Te levantas y caes al suelo y contigo tu corazón, que se hace añicos.

Lorenzo comprimió la boca y pensó. Julia continuó acariciando el pelo de Clara. Pasados dos minutos el pánico no desaparecía de la cara de Clara. Y entonces Julia señaló un armario en la otra punta de la salita diciendo:

- Dice que ha visto como alguien se escondía allí. Pobrecita.

Otra vez se hizo el silencio. Lorenzo acabó de pensar. Avanzó hacia el armario. Clara comenzó a patalear. Abrió la puerta y sacó el cuerpo sin vida de Clara, algo pálido y con la mandíbula desencajada. Lo cogió como los novios suelen coger a las novias cuando entran por la puerta y se lo dio a Clara, que comenzó a acariciarle la cara mientras lloraba. Acto seguido Clara metió su mano por la camisa del cuerpo y hurgando desesperada le arrancó el corazón.

- Ten Lorenzo, para ti.

Lorenzo aceptó el regalo, se lo guardó en el bolsillo, cerró la cremallera y se sintió especial.

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