He podido contemplar
con asombro, al fin,
tus expresivos ojos de muchacho,
dándome cuenta
de que tu mirada me hablaba a gritos
de los éxodos del alma
y las hazañas cobardes
de un héroe valeroso.
Y te pedí respuesta
atisbándote
en la solitaria llanura
del asolado sufrimiento.
Porque recorrías
con tus pies doloridos de tanto andar,
los desérticos arenales
del caluroso silencio;
aquellas dunas movedizas,
tan airadas
por el viento de la guerra,
las que fueron en el pasado,
campos de carnes sangrientas
descuartizadas por las garras de los buitres
y basureros de olvidados restos metálicos
esparcidos y oxidados
junto a los cadáveres
de los ejércitos vencidos por la Muerte.
DEDICADO A LOS NIÑOS VICTIMAS DE LAS GUERRAS