Pensó en dirigir su propia piel rociada por berbena a la paloma mientras le rayaba las pupilas el humo negro y los vapores chocolateados que subían y subían por las hebras de lana. Al final caía una leve cortina y era difícil explicar la mejor manera de decir que no. Fredo llamó al enfermero.

 - Si, me gustaría hablar con Xavi.

- ¿Tenía usted cita?

- Bueno... en realidad... bueno, llame ayer dando un nombre falso.

- Lo siento mucho. De todas formas quería preguntarle: "¿Conoce la canción de la paloma?"

- Es igual, ya le comento a Pitu.

 La mujer parecía redonda por ambos lados, y era así para casi todo el mundo, aunque era la pesadez de sus pupilas lo que paralizaba a Fredo. Entonces ella dijo:

 - ¿Es el amigo de Pitu?

- No, mire... déjelo.

- Ahora no pude echarse atrás. Y además le regalaríamos una tele nueva.

 Salto y seña, y al final quedaba menos gente fuera que dentro. Y al amor no hay quien le explique lo que no puede comprenderse. Entre ellos surgió un matiz, un detalle, una manera parapética de traducir a su corazón.

 - Xavi, ¿eres tú?- dijo él.

 No seré yo quien apunte al primero, ni al segundo, no seré quien borre cada huella con las plantas de mis pies. No seré yo quien plante mis dedos en la fresca tierra, ni quien seque de tus ojos la emoción cortada a trozos. Porque se me sale de la boca la catarata y acabo de respirar en cada suspiro.

Al momento llamó Pitu. Estaba cabreado.