29 de marzo de 2005
Escudos etílicos por Exequias

Ayer me encontré dos veces con la muerte. Me extrañó verla. En mis caminos nocturnos inexorables me crucé con ella. Las palabras eran innecesarias, solo las miradas, disfrutando del silencio como antaño nos hacía recordar Gahan. Nunca se digna ha mirarte directamente, pero sabe que estas ahí, sus facciones infinitas de frío absoluto la delatan. Después de mis pequeñas perversiones etílicas me acerqué a mis aposentos. Abrí la puerta, me dirigí a mi dormitorio y al entrar, de nuevo vi su etérea figura. Sentada, inhumanamente tensa, mirando a la pared, como si el tiempo ya hubiera dejado de ser tiempo.

Me senté en el borde de la cama y traté de adivinar el porqué, pero el razonamiento hacía tiempo que se había diluido de mi mente junto con mi cordura. No supe que decirle, tuve ganas infinitas de abrazarla, de llamarla por su nombre, de practicar sexo con mi propio fin.

Me desnudé completamente, ofreciendo mi execrable cuerpo a su mirada. Ni se inmutó. Me recosté, apagué la luz y adopté una postura fetal. Quise con todas mis fuerzas notar su aliento, quise de todo corazón aumentar un poquito más la entropía del universo, estoy tan cansado de no sentir... a lo lejos escucho la tormenta eléctrica.

Alexis Salas. Resacas en mundos caídos.

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