20 de mayo de 2005
Escena43 por Javier Navarro

Cuentan las crónicas, que allá por los años 20 (siglo arriba, siglo abajo), Maite Atro, por aquellas fechas una completa desconocida, ensayaba en casa con su hija Mercedes Cenario, famosa actriz teatral. Ésta preparaba el papel que podría lanzarle definitivamente a la fama. En el teatro local se estrenaba “Hamlet, el príncipe de Dinamarca”, y a ella le había tocado un destacado papel. Más que papel, madera, ya que hacía de un bonito árbol en la escena 43. Y no era un árbol cualquiera, se trataba de un alcornoque.

Mercedes Cenario se confeccionó incluso un bonito disfraz con los tapones de las botellas de vino que su madre consumía sin medida. Ensayaba todas las tardes, enfundándose el disfraz y pasando varias horas en perfecta quietud. Su madre la contemplaba con ilusión. Incluso algunas tardes tenía la intención de regarla un poco.

Un día, cansada de ensayar en casa, decidió salir vestida de alcornoque a la calle, donde pasó completamente desapercibida, excepto para algunos perros que al acercarse grácilmente a su tronco, recibieron alguna que otra patada en los cojones.

Pero cosas del destino. El día del estreno, Mercedes cayó enferma de un tremendo catarro y, claro, ¡dónde se ha visto estornudar un alcornoque! Comunicando el imprevisto a la compañía teatral y buscando la mejor solución posible, se resolvió que su madre, habiendo visto como su hija ensayaba todos los días, era la única que se sabía el papel y, por tanto, debería ser el alcornoque de la escena 43.

Maite, o sea, la madre, nunca había interpretado. No sabía si sería capaz de representar el papel de alcornoque, pero no quedaba otra alternativa. Se probó el traje, se añadieron unos 300 tapones más, y madre e hija se desplazaron hacia el teatro.

La obra comenzó a la hora prevista, es decir, 20 minutos tarde. La madre, nerviosa, ensayaba entre bastidores. La hija la animaba: “Muy bien madre, sigue así, no te muevas, así, así. Tranquila, que pronto debutarás”. Mientras tanto, una escena seguía a la anterior, y por supuesto, llegó la escena 43. La hija dio dos enormes besos a su madre y con un ligero empujón la lanzó al escenario diciéndole: “Debuta, madre”.

La madre salió al escenario, se colocó justo en el lugar donde ponía “alcornoque”, y permaneció inmóvil toda la escena 43. Al terminar ésta, el público quedó tan entusiasmado con la interpretación de alcornoque que aplaudió durante varios minutos. El director de la obra respondió a tales aplausos dejando el alcornoque en escena el resto de la representación.

Al día siguiente, todos los periódicos se hacían eco de la magistral interpretación de alcornoque en la obra “Hamlet”, ignorando la gran actuación del resto de actores. Destacaban su completa inmovilidad y su perfecta caracterización.

Desde aquel día, llovieron las ofertas sobre Maite, que se convirtió así en una de las mejores actrices de la historia. Y también, desde aquel día, cuando una persona hace algo de forma extremadamente perfecta, se dice: “Lo has hecho debuta madre”.

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