5 de agosto de 2010
United we stand por Andrea Llopis

El disparate llegó a su punto más álgido cuando la mezcla es explosiva. Se trata de una revolución entre clases sociales sufrida en la institución más básica: la familia. United we stand hierve sin necesidad de ponerlo al fuego. La presencia de un individuo (Enrique Alcides) en la cama de una joven finlandesa (Malla Malvivaara) de clase acomodada causa el temor, la discrepancia y la mirada atónita de los dos dos pilares fundadores: sus padres (Katja Kiuru y Robert Enckell). Al llegar a su propia casa con la intención de celebrar el vigésimo cumpleaños de su hija, se desata un cataclismo. El mundo se acaba o lo parece, tanto que la madre intenta deshacerse del joven supuesto nuevo novio de su hija sobornándolo. Todo merece la pena para librarse de semejante bicho, hasta su exterminio. Al menos ellos así lo ven, para el hombre más “de pueblo” resultaría todo más normal y desapercibido. Una escenificación mestiza  que germina en un sabor agridulce. Las interferencias de comunicación entre padres, que cada día se sienten más distanciados, e hija acerca de lo que consideran un buen futuro para ésta provoca un derrumbe inminente. ¿El armario se cae o lo tira ella? En mi opinión, es ella quien cae por sí sola fruto de sus propias hesitaciones y cumulo de frustración al ver que desea alcanzar su madurez e independencia frente a dos padres que la siguen viendo como una adolescente sellada de errores, dudas y comportamientos hormonales inaceptables en calidad de familia pudiente. Dicho desorden aparece desde el principio: una habitación llena de suciedad tras un ajetreo nocturno inexplicable. Gracias a la grabación que este “especimen” sosaca a su ligue, nos aseguramos de que dicha distorsión padres-hija existe y es real y que se puede palpar. Ambos confeccionan una opinión injusta del otro marcada por una falta de análisis familiar, de desconocimiento mutuo. La incomprensión es bidireccional y su raíz se encuentra en los distintos puntos de vista entre personas con una diferencia de edad de más de veinte años. El origen del joven no tiene ninguna importancia. Su comportamiento es extrañamente ajeno y pretencioso, incluso arrogante, rozando un aspecto delictivo. Limpiarse en la camisa del padre, hurgar sin permiso, interrumpir durante la composición de la madre, pisar una fotografía que el padre trata de recoger, hacerle pensar que puede pasar por encima de él, y suma y sigue. Todo resulta muy gracioso, ¿verdad? Imposible reirse, la gravedad de la situación manda. El exterminio tiene cabida. United we stand, divided we fall. (“Unidos nos mantenemos, separados perecemos”) Un cortometraje de Alejandro Pedregal con personalidad propia. Siempre.

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