17 de agosto de 2004
YO, ROBOT por Gaspar D. Pomares

Si algo no falla en "Yo, robot" es el derroche de medios, es decir, que podrá ser de todo, menos una película hecha con cuatro duros, y la costumbre viene a decir que cuando hay dinero, mucho dinero de por medio, poco, muy poco lugar queda para la reflexión. Algún que otro destello lejano pretender centrar la película en la lucha entre el hombre y la máquina, pero no son más que amagos de intelectualidad disueltos rápidamente ante la primacía de la acción y el espectáculo, así, por ejemplo, si analizamos el personaje de Will Smith, un policía cínico y graciosillo, que se las da de tipo duro, nos damos cuenta que es incapaz de ofrecer algo más que el pertinente gancho taquillero.

Pero tal vez lo más lamentable del filme es la parcial censura que recibe su director, Alex Proyas, quien da sobradas muestras durante el metraje de que quiere pero no puede. Sólo si recordamos los anteriores trabajos de este realizador, "El cuervo" y "Dark City" (loables y muy aceptables filmes, sobresalientes en la asimilación del gótico cinematográfico, y destacados en el trasfondo que las sustenta), y nos fijamos en los aciertos de "Yo, robot" (como pueden ser una muy bien conseguida sensación de futuro, a pesar del uso y abuso de los escenarios 3-D, y un trepidante ritmo que nunca decae, respaldado en una historia que poco a poco desvela sus cartas, manteniendo el interés hasta el final), poco podemos equivocarnos si pensamos que en ciertos momentos de "Yo, robot" prima el encargo antes que la libertad creativa.

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