29 de septiembre de 2004
OLVÍDATE DE MI por Gaspar D. Pomares

En los tiempos que corren, oscilantes entre los autores totales y las macro-producciones, resulta tremendamente inusual, como si de una pirueta surrealista de explosión absurda se tratara, que un guionista se convierta en el principal reclamo de un filme. Sí, guionista a secas, ni director, ni productor, ni actor, ni otro oficio.

"¡Olvídate de mí!" es ejemplo paradigmático, pues ni su director, Michel Gondry (sólo apto para freaks del vídeo clip), ni su principal estrella, Jim Carrey (sólo apto para llenar taquillas), tienen el suficiente gancho, más allá de las funciones señaladas. La piedra angular de este filme es Charlie Kaufman, guionista de reputación envidiable, porque a pesar de tener su oficina en Hollywood, no encuentra impedimentos para forjar un sello personal, y esto no es poco, como mínimo está llenando ríos de tinta entre críticos y parecidos. Para aquellos que todavía no se han localizado, decir que tras este personaje se encuentran historias como "Confesiones de una mente peligrosa", "Adaptation", "Human nature" y "Cómo ser John Malkovich", suficientes para marcar señas como el surrealismo, lo absurdo, las transgresiones temporales, el desdoblamiento de sus personajes y otras tantas peculiaridades. Más o menos, podemos decir que se mueve entre la audacia narrativa y la locura de las preocupaciones existenciales.

En el caso particular de "¡Olvídate de mí!", el protagonismo del sello Kaufman es inevitable, tanto para lo mejor como para lo peor. Este título nos narra una emocionante historia sobre el amor, el recuerdo y la pérdida, le necesidad del cariño, pero también del dolor que éste nos produce, un mal necesario e insuperable. Desde este meollo, la oscilación se torna en sello de identidad del filme: Kaufman conmueve como pocos con esta historia de amor, pérdidas irreversibles y reencuentros inevitables, pero introduce y se excede en tratamientos de absurdidad y locura, que poco casan con la sutileza de la historia narrada. Jim Carrey y Kate Winslet resultan, con diferencia, lo mejor del filme, antes de nada sorprendentes, y después emocionantes. De la labor de su director, el francés Michel Gondry, no puede esconder su pasado de vídeo clip, tornándose el filme por momentos en marasmo posmodernistas, pero en cambio, como los primeros 15 minutos, la puesta en escena es tan sumamente deliciosa, tan sencilla en apariencia, que resultan incomprensible el derrotero final.

No obstante, es una historia, en términos generales, tan eficiente, como bien narrada. Sorprende, sobre todo, por ser un buen filme que gusta y compite en las taquillas, al menos, eso demuestra que no somos tan idiotas como quieren hacernos ver.

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