7 de diciembre de 2005
MATCH POINT por Daniel Vargas

El viejo zorro vuelve a la carga

Tengo que confesar que soy un admirador de Woody Allen. Me encantan sus películas, unas más, otras menos, aunque últimamente pensaba que Allen había perdido la chispa de grandes obras como “Manhattan” o “Annie Hall”. Las últimas creaciones del neurótico neoyorquino, me habían dejado bastante insatisfecho, con mal sabor de boca, y veía ya signos de decadencia. Hacer una película todos los años puede ser maravilloso o puede ser agotador, porque evidentemente, ante tanta producción, algunas obras salen redondas y otras parecen piezas inacabadas o esbozos. Llegué hasta tal punto que falté a la cita habitual. Dejé de ir al cine a ver “la última de Woody Allen”. Este matrimonio se había fracturado y si mal no recuerdo, no llegué a ver “Anything Else”. Creo que ya nadie daba un céntimo por Woody.

Pero hete aquí, que de pronto, se empieza a difundir, que “Match Point”, Allen recupera su mala uva y su cinismo del pasado. Hasta el propio Allen, decía en las entrevistas, que esta era su mejor película en años. Yo siempre desconfío de estas declaraciones, porque la mayoría de las veces me parecen una burda estrategia publicitaria. Aún así, me acerqué al cine a visionar “la última de Woody Allen”, para constatar, o bien que todo el mundo estaba equivocado, o bien que todo era cierto.

Pues bien. Una vez terminada la película, me quedé con una grata sensación de que el viejo zorro había vuelto y con más mala leche que nunca. “Match Point” funciona con la perfección de un reloj suizo. Cada secuencia dura lo que tiene que durar, ni más ni menos, y todo está construido de forma magistral. Clásico entre los clásicos, Allen domina todos los recursos cinematográficos a su alcance (elipsis narrativas, encuadres, música) para mostrar abiertamente las bajezas del ser humano.

No revelaré aquí el final de esta interesante trama de un arribista, capaz de sacrificar absolutamente todo por mantener su estatus económico y social. En una sorprendente vuelta de tuerca, ligada con la suerte y el destino, Allen arremete contra todas las convenciones sociales, exponiendo todas sus debilidades y defectos. Al final, resulta que en esta vida, no importa si eres pobre o rico, lo único que importa es tener suerte. El mensaje de la película se me antoja como lo más políticamente incorrecto y subversivo que jamás he escuchado. Parece que con la edad, Allen se ha vuelto más amargo y cínico que nunca. Esperemos que este sea el comienzo de una nueva etapa de madurez del viejo maestro. Que así sea.

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