25 de septiembre de 2004
MAR ADENTRO por Gaspar D. Pomares

Todos tenemos nuestros gustos, y no hablemos de nuestros prejuicios. Personalmente, el cine de Amenábar es una de mis peores pesadillas, de ésas que te despiertan a media noche, sudando al límite de la deshidratación, con alucinaciones cercanas a la muerte y espasmos al borde del terremoto. Si a todo ello le sumamos los desproporcionados e incomprensibles elogios que está recibiendo, elogios que no hacen más que engordar una farsa que esconde otros intereses, todavía resulta más enfermizo y desolador el suplicio de sus películas.

"Mar adentro" es con diferencia lo peor de Amenábar, y esto no es poco para un cineasta que ni en el desierto consigue salir a flote. Artesano sin luces ni genio, hace del lenguaje cinematográfico un refrito de las fórmulas más clásicas y conservadoras, abusa de recursos efectistas para esconder sus limitaciones narrativas, y ha tenido la suerte de ser considerado un "autor" total, con marca de la casa centrada en la muerte. Pero pongamos las cartas sobre la mesa, porque Alejandro Amenábar no es más que el "clavo ardiendo" que la industria del cine español necesita, ese reclamo de éxito comercial y crítico, que venda una (errónea) idea de cine nacional.

Ni las interpretaciones (lo mejor del filme) consiguen salvar del naufragio a "Mar adentro", siendo engullidas y destrozadas por el mal hacer de un cineasta que nos engaña con una puesta en escena demasiado correcta, demasiado obsesionada en la narración, y escondiendo sus limitaciones en un abuso de recursos arbitrarios, como la música o ciertos movimientos de cámara. Se rompe la lógica interna y total del filme, porque los distintos recursos de los que echa mano Amenábar se superponen entre sí, destacando unos por encima de otros, o lo que es lo mismo, escondiendo unos las limitaciones de los otros. Sin duda, una buena película es aquella en la que todas sus piezas encajan con fluidez, pero Amenábar no lo consigue ni por asomo, por ejemplo, en la primera salida de Sampedro y durante el viaje por carretera, la música está subida de volumen, lo que demuestra la incapacidad para narrar con la imagen sin potenciarla con un exceso musical, otro tanto de lo mismo sucede con las imágenes oníricas, mareantes por sus movimientos y, de nuevo, por el abuso musical, y del resto del filme, todo un show de primeros planos, recurso sufrido, propio de un director cobarde y temeroso de los pasos que da. Al fin y al cabo, la descarada intención es conseguir un cine excesivamente emocional, que controle sin escrúpulos y con escaso sentido ético al espectador, traficando con sus emociones, todo bajo un melodrama simplón y ñoño, que no duda en recurrir a temas como el amor para crear un gancho (qué se puede esperar de alguien que dice inspirarse en "E.T." o "El hijo de la novia"). Y del mensaje sobre la eutanasia: superficial, vacío; Amenábar cree que con sólo poner a un tetrapléjico en la cama y hacerle decir unos comentarios de apariencia profunda pero tremendamente ridículos, tiene el trabajo hecho. Pero lo peor es ver como este cineasta fanfarronea con una lamentable superioridad moral sobre el tema. ¡¡¡NUESTRA CAPACIDAD CRÍTICA HA SIDO DINAMITADA!!!

De las terroríficas y excesivas alabanzas que ha recibido el filme desde distintos medios, decir que el reconocimiento en Venecia no fue más que un accidente, síntoma inevitable, como reconocen los medios más serios, de una tendencia alarmantemente conservadora de la crítica internacional. Los comentarios españoles son más comprensibles, al fin y al cabo, diferentes grupos mediáticos han invertido mucho dinero en este filme, y estos mismo grupos controlan televisiones, radio y prensa; es lógico que pretendan recoger sus beneficios, idiotas no son, pero de ahí a que nos traten como idiotas! Las próximas citas, como los "Goyas" o los "Oscar", serán un festival para este filme, lo raro sería lo contrario, después de todo, ¿cuándo han reconocido a un verdadero cine ambos premios?: en muy contadas, escasísimas ocasiones.

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