24 de noviembre de 2004
LOBO por Daniel Vargas

Lobo: ¿Sacrificar el rigor por el espectáculo?

El thriller político es un género cinematográfico muy díficil porque consiste en narrar una historia ficticia pero que está basada en hechos reales. Existen casos aislados como el director Costa-Gavras, que ha sabido conjugar muy bien el rigor y el espectáculo, pero dentro del panorama español los thrillers políticos se pueden contar con los dedos de la mano. Por eso, ver como un planteamiento tan ambicioso se cuela por la cartelera y además tiene éxito es algo digno de ser tenido en cuenta.

Lobo es un thriller muy bien narrado que mantiene la tensión y el interés a lo largo de todo el metraje. Tiene un estilo muy documental, abundan los planos tomados con teleobjetivo y las escenas de acción están bien resueltas, además de una ambientación casi perfecta (las escenas rodadas en Barcelona parecen sacadas de los años 70).

El problema viene cuando se sacrifica el rigor y el director apuesta por el espectáculo. Nada que objetar, pues. Me encantan las películas de acción y en esta película hay tiros y explosiones a mansalva. Pero claro, resulta que estamos hablando de ETA, (tema maldito por excelencia dentro del panorama cinematográfico español) y no podemos caer en la tentación de hacer una película inverosímil. Ahí es donde Miguel Courtois cae. Es bastante improbable que un etarra dude a la hora de matar a un “topo”. Tampoco es muy creíble que Lobo sea una especie de “semental” y se lo monte en plan “9 semanas y ½” con una etarra muy viciosilla y trepa. Entonces es cuando nos acercamos peligrosamente al rídiculo (ese pelo tintado de rubio de Eduardo Noriega).

Sin embargo, la película sortea estos baches y vuelve a remontar.La película tiene algunos defectos, pero tiene también numerosos aciertos. Como por ejemplo el hecho de equiparar el sistema del servicio secreto español de la España franquista con los mismos métodos empleados por los terroristas (uno ya no sabe cuál de los dos es más sanguinario). En algunos momentos recuerda a las películas más inspiradas de Jean-Pierre Melville, concretamente “El ejército de las sombras” donde los métodos empleados por la resistencia francesa eran iguales a los de una banda de criminales.
Loable es también que la película haga reflexionar sobre el hecho de que muchos gobiernos necesitan del terrorismo para perpetuar su existencia (ahí tenemos el clarísimo ejemplo de Bush y sus Bin Laden).

Más aciertos: los actores encajan a la perfección; José Coronado está últimamente especializándose en el papel de duro-durísimo, Jorge Sanz está correcto en su papel de ideólogo terrorista que quiere cambiar las armas por la política y Eduardo Noriega tiene ese punto de hombre duro y débil a la vez. Y una sobresaliente Silvia Abascal en su papel de sufrida esposa.

En definitiva: una película muy entretenida que le deja a uno un buen sabor de boca y con una gran esperanza en el cine patrio.

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