29 de agosto de 2005
LA ISLA por Daniel Vargas

La isla, oportunidad desaprovechada.

“La isla” es el eterno dilema que sucede en el Hollywood actual: lo que pudo ser y lo que realmente es. No nos engañemos, Michael Bay es un curtido director de películas de acción, autor también de aparatosos descalabros y productos fílmicos propios de la cultura del fast-food. Dentro de su ingente y exitosa carrera se encuentran la serie de “Policías rebeldes 1 y 2”, la multiparodiada “Armaggedon” y por supuesto su gran fracaso “Pearl Harbour”, entre otras. Así que, basándonos en estos datos es inútil que intentemos buscar cualquier atisbo de profundidad ideológica en sus historias o en sus personajes. Y sin embargo aquí tenía una oportunidad de redimirse, de ofrecer algo más aparte de pura acción. Pero no sabe manejar los elementos que tiene. La historia podía haber dado más de sí. Quizá con otro director, el resultado habría sido completamente distinto, pero Michael Bay filma lo que mejor sabe hacer: tiros, explosiones y persecuciones interminables.

La primera parte es indudablemente lo mejor. Esa especie de “mundo feliz” o “1984” con toda la gente vestida igual, con monos blancos, que a ratos parece inspirado directamente en otras obras como “THX 1138”. Se nos presenta una sociedad liofilizada, incapaz de pensar por sí misma. En este panorama aséptico aparece una persona que empieza a hacerse las preguntas existenciales (¿De donde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es nuestra misión en este mundo?) y se cuestiona su presencia allí. Es entonces cuando descubre el pastel y comprende su razón de ser: clones destinados a servir como meros donantes de órganos. Esto como digo, planteaba cuestiones que podían dar pie a una película más adulta, más filosófica, que podía plantear dilemas éticos.

Pero no. A partir de ahí, la película da el giro y ofrece lo que la gente ha pagado: espectáculo puro y duro. Incongruencias, inversomilitudes del guionista y del director, que no saben como continuar la brillante premisa que han iniciado. El peor capítulo de la función es sin duda, cuando los protagonistas Ewan McGregor y Scarlet Johanson van a buscar a sus verdaderos padres biológicos. Llegamos al consabido cliché del clon y del original, con los captores apuntando con sus armas y devanándose los sesos para ver quien es quien. A estas alturas, esta situación la hemos visto, no una, sino miles de veces en la pantalla. Uno esperaba un poco más de originalidad, pero qué importa, si lo que prima es dejar sin aliento al espectador y por supuesto, hacerle pensar, pero sólo un poquito, ¿eh? no vaya a ser que creemos seres pensantes, el mismo terror que tiene el director de la cárcel donde están encerrados los clones.

Al final “La Isla” se queda en una gran “mascletà”, con héroes y malos muy malos y malos que al final (inexplicablemente) se vuelven buenos. Qué lástima, pero qué lástima. Es el quiero y no puedo del cine actual.

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