23 de marzo de 2005
CONSTANTINE por Daniel Vargas

Hollywood ha encontrado un nuevo filón para explotar: los superhéroes. Aletargado durante bastante tiempo (atrás quedan los 70 con “Supermán” y alguna que otra tentativa, como las olvidables “Supergirl” o “Condorman”) ha vuelto a resurgir con una fuerza tremenda gracias al éxito de películas como “Spiderman”, “Daredevil”, “Hule” o “X-Men”. La caja de Pandora se ha abierto. Si buceamos en el catálogo Marvel y en DC, nos daremos cuenta que hay cuerda para rato.

El problema de este resurgimiento radica en que las adaptaciones se pueden hacer bien o mal. “Constantine” es un mal ejemplo de ello, una adaptación del célebre personaje John Constantine, que apareció en la colección DC con el nombre de “Hellblazer”. “Constantine” hace agua por todas partes. La única idea original y que podía dar más juego está claramente desaprovechada: El cielo y el infierno están presentes en nuestro mundo, sólo que no los podemos ver. Keanu Reeves está más que correcto en su papel de fumador con cáncer a un paso de la muerte, y por lo tanto del infierno. Pero no es suficiente. La película podía haber dado mucho más de sí, como el viaje al infierno, pero la pereza del guionista y del director hace que todo quede (como siempre) en un espectáculo basado en los efectos especiales. Hay clichés que de tan obvios resultan hasta vergonzosos. El “amigo gracioso del héroe”, que es el que aporta la nota cómica, la sufrida chica, el malo malísimo, etc.. Lo que un principio promete ser una película trepidante se convierte en algo anodino y cansino, hasta aburrido. El final de la película acaba por estropear todo su planteamiento. Se prescinde de una batalla final entre el bien y el mal (que habría funcionado por la inercia de lo ridículo) y todo se queda en un ajuste de cuentas.

“Constantine” es un ejemplo de lo que no hay que hacer si quieren seguir haciendo películas de superhéroes.

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