28 de febrero de 2006
CACHÉ por Daniel Vargas

Narcisismo cinematográfico

¿Qué hecho puede haberme convencido para ir a ver una película de un director que está a mil años luz de mis gustos y de mi universo fílmico? Esta fue la pregunta que me repetí una y otra vez durante la proyección en unos cines desvencijados de Alicante. Bien, había leído que la última película de Haneke era una obra maestra y que además había ganado un premio a la mejor dirección. Con estos antecedentes, pensé que…Bueno, ¿Porqué no?...Supongo, que hay directores que levantan pasiones, a favor o en contra. En este caso, creo que estamos ante un director que no acepta término medio: o lo amas, o lo odias.

Teniendo en cuenta que había visto “Código desconocido”, la cual me pareció mortalmente aburrida, y “La pianista”, que confieso, la ví por el morbo, fui al cine con una sensación de ansiedad, ya que iba a enfrentarme con algo totalmente ajeno y extraño.

Comienza la proyección, y aparecen los títulos de crédito con una imagen estática de una fachada de una casa. Bien. Terminan los títulos de crédito y sigue el mismo plano, empieza a pasar el tiempo…y ya van 6 minutos y aquí no ha pasado absolutamente nada. De pronto tengo la impresión de que el director me está tomando el pelo. Una vez superado esto, la película avanza y discurre lentamente entre el terreno del thriller y del más soporífero cine europeo. Haneke juega con la paciencia del espectador. Supongo que los habituales fans de este director, lo encontrarán genial, pero a mí me produce todo lo contrario.

Sin embargo continuo viendo la película y finalmente llego a preocuparme por lo que sucede. Incluso una escena donde surge un estallido de violencia, me parece brutal. Llegamos al final, donde se supone, que viene el desenlace…o por lo menos, eso sucedería en el cine “normal”. Pero esto es “Haneke´s world”, y amig@s, aquí no hay academicismos que valgan. Llega el plano final y me quedo atento a la pantalla, para ver si se me ha escapado algo y si me van a desvelar la solución del enigma, pero no logro ver nada. Sigue el mismo plano y empiezan a aparecer los títulos de crédito finales.

Bien. La película ha terminado y me quedo petrificado. No he entendido nada, ¿o sí? ¡Socorro!! ¿Hay alguien que me lo pueda explicar?. Parece ser, que no soy el único en la sala que se ha quedado de piedra. Una señora se acerca a mí y a un amigo y nos espeta: “¿Vosotros habéis entendido algo?”. Y me quedo con una cara de pasmarote y soy incapaz de ofrecerle una respuesta: “Señora, no tengo ni idea”.

Con lo cual, llego a dos conclusiones: 1-Soy un imbécil perdío y un tonto de remate porque no he entendido el final o 2-El director es un narcisista empedernido y ha hecho una película que sólo él entiende. Opto por la segunda y me quedo exasperado. O sea, que he perdido el tiempo. He malgastado 2 horas de mi vida viendo esta tontería.

Truffaut decía que si uno veía una película donde por ejemplo un preso planea una evasión durante todo el metraje y al final no se evade, decía que el espectador tenía el derecho a reclamar la devolución de su entrada. Bueno, ese “esfuerzo inútil” ya lo he visto con más gracia y estilo en otros cineastas, como Jean-Pierre Melville, y lo he aceptado de buen grado. Pero es que aquí, de verdad que no le veo ningún sentido. Hacer una película para que la entienda uno mismo es lo más narcisista que he visto en años. No soporto que me tomen el pelo cuando voy al cine, y no soporto que el director diga “Mira qué listo soy y mira que tonto eres”. A mí, las cuentas claras y el chocolate espeso. Una película tiene que tener, principio, nudo y des………………………………

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