Algo en apariencia tan sencillo como un mechón de pelo, nos permite, atendiendo a los últimos avances genéticos, encontrar y mantener lo más esencial en todo ser humano, su ADN, y de éste, conseguir la clonación, la recreación de la vida. Casi podemos afirmar que las aspiraciones de eternidad del ser humano, se ven calmadas en un simple mechón de pelo.
El hecho y la obra artística también persigue esa aspiración de eternidad, bien sea de la belleza, de una idea, de una sensación, pero sobre todo, la inmortalidad del autor, clave desde el Renacimiento y motor del egocentrismo artístico.
Una serie de placas de petri, con un mechón de pelo y una etiqueta, con un código de barras y huella dactilar, de cada uno de los miembros del colectivo “Mala Barraca” en su interior, intenta reflexionar sobre esta necesidad de inmortalidad, la necesidad de eternidad, pero no de la obra artística, sino del autor.
Al fin y al cabo, la clave de la eternidad es poder asegurar, bajo cualquier circunstancia, “la génesis”, el origen y principio, la seguridad de poder renacer constantemente, y para ello que mejor que mantener lo esencial, lo inmutable y definitorio del ser humano.
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